El Valle de los Ecos

El Valle de los Ecos

Después de superar el laberinto de las sombras, te encontrás ante un valle amplio y cubierto por una niebla ligera que parece moverse como si estuviera viva.

El aire es fresco, pero cargado de una energía extraña, como si el lugar estuviera esperando tu llegada. A medida que avanzás, notás algo peculiar: el eco de tus pasos no se desvanece en la distancia como debería. En cambio, regresa, pero con una voz que no es la tuya. Es un eco que parece arrastrar palabras no dichas, pensamientos que jamás llegaste a expresar.

Este valle, sabés por intuición, es diferente a todo lo que has encontrado antes. Aquí, las palabras no pronunciadas y los secretos guardados cobran vida, rebotando entre las montañas invisibles que rodean el lugar. Cada para que das es respondido por un susurro, una confesión olvidada que parece pertenecer a vos, pero que nunca reconociste en tu conciencia.

Los ecos no solo repiten lo que decís, sino que revelan lo que has intentado enterrar.

Caminás con cautela, y pronto te das cuenta de que no estás solo. Figuras sombrías se mueven a través de la niebla, seres formados por recuerdos incompletos y verdades no contadas. Ellos no te atacan, solo te observan, como si esperaran que reconozcás algo que hasta ahora habías negado.

Al acercarte a una gran roca en el centro del valle, los ecos se intensifican, formando una cacofonía de voces que te resulta casi insoportable. Pero entre el caos de sonidos, distinguís tu propia voz, aunque suena diferente, como si viniera de una versión pasada de vos mismo. “¿Recordás este momento?” parece decir una voz. Es un eco de un evento olvidado, una conversación que no supiste cómo terminar, una verdad que no pudiste enfrentar.

Sabés que el único modo de avanzar es enfrentarte a estos ecos, no ignorarlos. Tenés que escuchar, aunque sea incómodo, aunque cada palabra traiga consigo una emoción enterrada. Los ecos no están ahí para asustarte, sino para liberarte. Cada vez que prestás atención a una de esas voces, sentís cómo el peso sobre tus hombros comienza a aliviarse.

Con cada paso, el eco de tus pensamientos más profundos resuena más claro. Sabés que este valle es un espacio de reflexión, donde las palabras no dichas finalmente encuentran su voz. Mientras avanzás, las sombras en la niebla parecen desvanecerse, y las voces se vuelven menos confusas, más comprensibles. Has enfrentado parte de tu verdad, pero queda más por descubrir.

Al llegar al final del valle, te encontrás con una cascada cristalina que parece cortar el aire. El agua fluye hacia un estanque tranquilo, y te das cuenta de que los ecos han desaparecido. Este lugar, el final del valle, es un refugio de calma. Pero sabés que la calma solo llegó porque enfrentaste los ecos que antes temías.

¿Qué Harás Ahora?

¿Podés escribir sobre los ecos que escuchaste? ¿Qué palabras no dichas resonaron en tu mente? ¿Qué verdades emergieron a la superficie? Cada palabra que escribás es un eco de algo más profundo que pide ser liberado.

Este es el momento de soltar lo que has guardado por tanto tiempo.

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