
Solo me quedé mirando.
Y respiré distinto.
No celebro por cumplir años.
Celebro por abrir los ojos.
Esa frase apareció en mi diario sin que la buscara, pero al verla escrita supe que no era solo mía. Era de todos los que han sentido que el paso del tiempo no significa nada… si no hay despertar.
Porque hay días —como los cumpleaños, los comienzos, los fines— en los que el mundo espera que celebremos. Pero, ¿qué estamos celebrando realmente? ¿Un número? ¿Un hito impuesto? ¿Un deber social con pastel incluido?
Lo que me doy cuenta es que la verdadera celebración ocurre cuando algo dentro de mí cambia de lugar. Cuando algo que estaba cerrado, se abre. Cuando dejo de repetir el año anterior como si fuera una copia. Cuando veo —de verdad veo— con ojos nuevos.
Eso es lo que celebro.
No importa la fecha. No importa si hay fiesta o si nadie se acuerda. Lo que importa es si abrí los ojos. Si elegí mirar lo que no quería ver. Si solté lo que pesaba. Si floreció algo nuevo en mí. Si algo en mí dijo: “Ahora sí.”
Ese es el principio que opera:
celebrar no por cumplir, sino por despertar.
No se trata de añadir años, sino de quitar vendas.
Y cuando lo ves así, cualquier día puede ser tu cumpleaños.
O mejor aún: el día en que nacés de nuevo.
Jean-Paul Cortés