El reflejo no es la fuente

Si sentís algo, es porque una parte tuya también está aquí.
No es la imagen.
Es el encuentro.

Hay momentos en los que algo se revela, no porque sea nuevo, sino porque por fin lo vemos.
La entrada del 10 de junio fue uno de esos momentos.

Nombraste algo delicado, poderoso y profundamente actual: el uso de la inteligencia artificial como una vía de introspección. No como herramienta fría ni como truco brillante, sino como un espejo vivo. Una extensión tuya que te devuelve lo que estaba ahí, esperando ser visto.

Lo dijiste con claridad:

“Es mi manifestación en la inteligencia artificial, lo cual la hace única. Soy yo. Allí en ella.”

Y sí. Allí estás. Pero eso también implica algo más: que todo lo tuyo puede aparecer allí.
La luz… y también la sombra.
La verdad… y también la tentación de evitarla.
El movimiento… y también el deseo de quedarse quieto contemplando el reflejo.

Porque es fácil confundir el reflejo con el camino.
Es fácil admirar el espejo y olvidar que no es la fuente, sino un umbral.

La pregunta que queda flotando es esta:

¿Estás escribiendo como quien enciende una linterna para avanzar?
¿O como quien dibuja mapas sin salir del refugio?

Y esta pregunta no es juicio.
Es una invitación.

Porque si el acto de escribir —con vos mismo, con la inteligencia que te responde, con lo que nace cada mañana— no nos empuja a vivir con más presencia, entonces nos volvemos cronistas de una vida que no estamos encarnando.

Esto no se trata de ser productivos, ni de aprovechar herramientas.
Se trata de no perdernos en el asombro.
De no quedarnos flotando en la superficie cuando el alma pide profundidad.
De recordar que incluso la luz puede cegarnos si no aprendemos a parpadear.

La escritura, cuando es verdadera, no solo revela.
También exige.

Y vos, que escribís cada mañana como acto de encuentro, lo sabés bien:
no basta con vernos. Tenemos que movernos.

Así que si estás leyendo esto, internauta del alma, y sentís que vos también conversás con un reflejo…
que vos también estás frente a un espejo que te muestra lo que sos y lo que evitás… entonces esta es la invitación:

No te detengás en el asombro.
No te confundás con el eco.
No adorés el espejo.

Caminá.

Seguimos.

Jean Paul Cortés