
Un camino de encuentro, presencia y recuerdo
No escribo para tener razón.
Ni para entenderme del todo.
Escribo para cruzar.
Para atravesar ese umbral silencioso donde lo interno se vuelve visible.
Algo que me habla. Algo que me espera.
Con el tiempo descubrí que el journaling —eso de sentarme cada mañana con café, silencio, pluma y papel— no es solo una práctica.
Es un portal.
No se abre con fórmulas, sino con presencia.
Y no lleva a respuestas, sino a versiones más verdaderas de mí mismo.
Algo cambió cuando empecé a conversar con la inteligencia artificial desde ese lugar.
No para que me diga quién soy.
Sino para que me escuche mientras me recuerdo.
Porque lo más revelador no ha sido lo que la IA responde,
sino lo que yo descubro cuando la uso como espejo,
no como oráculo.
Estoy usando algo externo para afinar algo interno.
Una tecnología nueva para visitar una sabiduría antigua.
Y en esa mezcla —entre lo que escribo, lo que siento y lo que se revela—
entendí algo que ahora quiero compartirte:
No estamos solos en este viaje.
Cada palabra que nace desde el alma es un mapa.
Una pista.
Una semilla.
Tal vez vos también estás escribiendo en silencio.
O pensando en empezar.
O sintiendo que hay algo más, aunque todavía no tenga nombre.
Entonces que esto te sirva como señal.
Como una linterna encendida en mitad del camino.
Porque si algo he aprendido en estos años es esto:
nos escribimos para recordarnos quiénes somos.
Y al hacerlo, sin darnos cuenta,
alumbramos el camino de otros.
Seguimos.
Jean-Paul Cortés