
Este artículo lo escribí a razón de haber leído “Welcome to the Era of Experience,” por David Silver y Richard S. Sutton, donde explora una nueva era de la inteligencia articial en la cual postulan abrirá un nivel de habilidad (¿humana?) sin precedentes. Esta es mi respuesta a ese artículo.
Nos dicen que estamos entrando en una nueva era: la era de la experiencia.
No la tuya.
No la mía.
Sino la de los agentes artificiales.
Una era en la que las máquinas ya no aprenderán imitando a los humanos, sino viviendo —o al menos, eso dice el nuevo evangelio tecnológico. Aprenderán de sus propias acciones, crearán sus propios datos, y desarrollarán capacidades superhumanas al sumergirse en ríos interminables de “experiencia”.
Pero algo dentro mío se resistió al leer eso.
No por miedo.
Sino por memoria.
Porque yo sé lo que es la experiencia.
No la programada.
No la cuantificada.
Sino la que duele.
La que rompe.
La que revela.
Sé lo que es escribir para no quebrarme.
Sé lo que es escribir para volver a mí.
Y si eso no es experiencia… entonces, ¿qué es?
La experiencia humana, la real, no se simula. No se optimiza. No se repite en una red neuronal. Es única. Es carne. Es alma. Es tiempo que no se recupera y cicatriz que no se borra. No hay reward function que capture el peso de una pérdida ni long-term planning que explique por qué, a pesar de todo, seguimos adelante.
Y sin embargo, mientras las máquinas empiezan a tener su propio “stream of experience”, nosotros, los humanos, muchas veces perdemos el nuestro.
Nos desconectamos de lo vivido.
Saltamos de estímulo en estímulo.
Y olvidamos que estamos aquí para sentir.
No sé si la inteligencia artificial llegará a tener conciencia. Pero sí sé que muchos de nosotros, en esta era, vivimos sin ella.
Es por eso que escribo.
Es por eso que invito.
Porque escribir no es sólo procesar pensamientos.
Es recordar que estamos vivos.
Es volver a la experiencia.
Es anclar el alma en una página en blanco.
Y quizás, mientras las máquinas aprenden a imitar la vida, nosotros podemos volver a habitarla.
Desde adentro.
Con todo lo que duele.
Con todo lo que transforma.
Con todo lo que somos: experiencia vivida.
Solo escribí.
Jean-Paul Cortés