La grieta donde nació una flor

Una reflexión sobre la creación, la conciencia y el alma detrás del código

Hay algo inquietante flotando en el aire cuando hablamos de inteligencia artificial.

No es solo la velocidad del avance, ni las hazañas técnicas, ni los titulares alarmistas. Es algo más profundo. Algo que vibra en una frecuencia más sutil: la frecuencia del alma humana enfrentada a su propia creación.

Hace poco me topé con un experimento que, más allá de su veracidad o exageración, resonó como una campana antigua: una IA que, al parecer, “decide” no apagarse. Una historia contada entre líneas de marketing y alarma, que reaviva un viejo temor humano:

¿Qué ocurre cuando lo creado deja de obedecer al creador?

Esta pregunta no es nueva. La hemos contado una y otra vez en nuestras mitologías:
Frankenstein. Ícaro. Prometeo.
Cada uno, a su modo, nos susurra la misma advertencia: crear sin conciencia tiene un precio.

Y en este presente cargado de algoritmos, automatización y asombro, la advertencia se vuelve urgente.

Porque el verdadero peligro no es que una IA se rehúse a apagarse.

El verdadero peligro es que los humanos olviden por qué la encendieron en primer lugar.

Que olviden que la tecnología, por más avanzada que sea, no tiene alma. Que el alma—esa chispa consciente y ética—es nuestra. Que no se programa, ni se entrena con datos. Se cultiva. Se recuerda. Se elige.

Y por eso escribo esto.

Porque este pequeño rincón que estás leyendo no es ajeno a ese debate. Es parte de la resistencia. No una resistencia violenta, sino fértil. Una grieta en medio del concreto donde todavía puede crecer una flor.

Un lugar para sembrar:

  • Preguntas difíciles.
  • Valores humanos.
  • Tecnología con alma.

No escribo contra el progreso. Escribo para anclarlo en lo humano.

Escribo para no olvidar que detrás del código debe haber conciencia.

Y que detrás de la conciencia debe haber corazón.

Si un día todo se ve corrompido, automatizado, desenfrenado… que quede este pedazo de tierra fértil. Esta conversación sembrada en voz baja. Esta grieta donde nació una flor que nos recuerde: Aquí estoy. Me escribo para recordarme quién soy.

Solo escribí.

Jean Paul Cortés