Escribí el siguiente poema recordando a mi padre en su segundo aniversario de haber pasado a otro plano. A dos años de su muerte, sigo “caminando en sus zapatos,” confesando que a tiempos todo el peso de lo que eso significa ha sido la cruz con la cual cargo.
Las lecciones que él me dejó viven en mis recuerdos; y han sido enseñanzas que humildemente trato de aceptar a sabiendas de que, como él, soy un ser imperfecto.
Asumo mi propia paternidad desde la humildad y la compasión; los hijos nos recuerdan que la vida pasa, a veces lenta pero las más de las veces en un abrir y cerrar de ojos, y que hay tan solo unas cuantas cosas que verdaderamente son importantes.
No me considero un poeta—eso es un difícil trabajo—pero quizás pienso como Hugh Kingsmill que, “separar la poesía del poeta oculta la verdad más importante sobre la literatura: que ningún hombre puede poner más virtud en sus palabras de la que practica en su vida.”
Siendo que escribir es lo que practico en mi vida, estas palabras son el fiel reflejo de aquello que me dejó mi padre.
**Padre Nuestro**
Llevo la tumba de mi padre
en la memoria,
su andar arrancado de los ojos
una tarde cualquiera.
Hay caminos recorridos en sus pesados zapatos,
huella heredada de todo hombre honesto.
¿No se quiebra mi espalda, como la tuya,
bajo el peso de todo el tiempo?
¿No se lleva el olvido, gota a gota,
la memoria que soy?
Se eleva tu recuerdo en espirales
de tabaco nocturno,
mientras cargo el silencio
que heredé de tus hombros.
Padre nuestro que habitas el tiempo,
tú también lo lamentas.
Jean-Paul Cortés