Principios desde la grieta

No es el dolor lo que me detiene.
Es lo que me mueve distinto.

Hay días en que escribir no fluye.
Días en que el cuerpo pesa, el alma calla, y la mente gira sobre lo mismo.
Pero incluso en esos días, algo se mueve.
A veces, una línea.
Otras, una pregunta.
Y, de vez en cuando, una grieta.

De esa grieta —hoy— salió una piedra.
Pequeña. Molesta.
Pero suficiente para recordarme que el camino no siempre se detiene porque algo duele.
Que no todo dolor es un alto.
A veces, es impulso.

Es la piedra en el zapato que me mueve.

No todo dolor es señal de detenerme.
A veces, es la piedra que me empuja a caminar distinto.
Porque el movimiento duele, sí.
Pero quedarse quieto duele más.
Más profundo.
Más lento.
Más escondido.

No espero que el camino se allane solo.
Me muevo incluso con incomodidad.
Porque el precio de quedarme es mayor que el riesgo de avanzar.

Hoy escribí una frase que me sorprendió:

“¿Y qué tal si transformo percepción en acción?”

Quise escribir “preocupación”.
Pero no fue un error.
Fue una verdad vestida de desliz.

Y de ahí salió otro principio.

La percepción encarnada

Ver no basta.
Entender no basta.
Sentir no basta.
Hace falta encarnar.
Convertir mirada en movimiento.
Percepción en paso.
Insight en acto.

La mente puede ver muchas cosas.
Pero solo el cuerpo las vuelve reales.
Solo la acción las vuelve verdad.

Me lo recordó mi Anita.

Y si el error no fue error…
¿qué quiso mostrar?

Que entre la preocupación y la percepción hay un puente.
Y ese puente se llama movimiento.

Principio del puente incompleto

¿Y si cada preocupación fuera una percepción aún no llevada a acción?
¿Y si cada percepción fuera una instrucción esperando encarnarse?

No siempre sé qué hacer.
Pero sí sé esto:
Hay algo que puedo hacer.
Y eso basta para dar el próximo paso.

Estos principios no son ideas nuevas.
Son recordatorios.
Luz que se cuela por la rendija.
Palabras que ya estaban adentro, esperando ser nombradas.

No me interesa coleccionar principios.
Me interesa vivirlos.
Uno por uno.
Día tras día.
Paso tras paso.

Seguimos.

Jean-Paul Cortés